Ciegos

Mañana me embarco en una aventura intrépida y tengo miedo. Miedo porque nos conocimos sin mirarnos, y nos gustamos, nos deslumbramos con lo que leimos, con lo que escuchamos, con las risas, con las palabras. Hoy estoy esperando verte para confirmar lo que siento, para confirmar que es bueno (de vez en cuando) empezar al revés, descubrirse de adentro para afuera. Para poder abrazarte, besarte y amarte de verdad y no como ahora, que estamos ciegos.

Eterno

No sonó la alarma, no escuchó las sirenas a lo lejos como otras veces, no hubo reflectores apuntando a un cielo tan negro como el presente que respiraba el mundo. Vivía en las afueras de Londres con su madre esperando día a día que un cartero lo deje más huérfano. Hacía tiempo que había comenzado la guerra y Timmy se refugiaba en sus sueños y no debajo de una mesa. Tenía 12 años de edad y las cosas que había vivido lo hicieron comprender, a la fuerza, que la solución de los problemas del hombre no se arreglaban con muerte, sino todo lo contrario. El comedor estaba intacto desde la época en que lo llenaban risas. Y ahí estaba él, pensando en historias que lo hacían olvidar la suya. Nunca habían bombardeado el barrio pero una explosión en el techo lo dejó petrificado, bañado en madera y polvo, de pie, ante una bomba teñida de viento que un extraviado piloto alemán dejó caer donde pudo. El caballito de porcelana que mantenía en pie a los libros relinchó sorprendido. El mundo se detuvo. Quedó la bomba suspendida en el aire y pensó que ya todo había terminado. Inmóvil en medio de esa pausa eterna, paseó la vista por las paredes, con sus platos temblando sin moverse, con la luz salpicada de escombros y esquirlas de madera. El empapelado marrón era el decorado de una escena terrible que nadie hubiera podido reflejar, ni siquiera aquél que lo había intentado en Guernica. La inmensidad del silencio estaba en proporción con la incertidumbre de este chico que buscaba a la muerte detrás de una silla. ¿Eso era la muerte, un segundo eterno antes de desintegrarse junto a sus sueños? Timmy no podía llorar. Las preguntas lentamente dejaron de aparecer al no asomarse ninguna respuesta y sus ojos se perdieron por el hueco en el techo que dejaba ver un cielo estrellado. El brillo del metal y los rayos de sombra comenzaron a parecerle bellos, cuando un sentimiento de paz se apoderó de él y el tiempo continuó su camino.

Brazos

Hoy me tocó enfrentarme con una historia que desconocía por completo y me dejó mal. No sólo por lo grave de la misma sino porque me sentí afuera de algo, lejos, como un extraño en mi propia familia. Pero no es ese el punto. Hoy me enteré que hace unos años mi hermana, sola con una beba en la cuna, revivió con sus manos a su marido que tenía en ese momento un paro cardíaco. Los médicos le preguntaron cuántas veces le dieron los paramedicos con ese aparato que vemos en las pelis cuando lo frotan y dicen: "clear" y no le creyeron al contarles que fué ella sola con sus brazos. Porque es flaquita pero tiene una fuerza que la gente no puede ver. La misma fuerza extraordinaria que la mantuvo de pie cuando el destino la enfrentó años después ante otro pecho, con otro corazón detenido, más pequeño pero más inmenso, el de su bebé. Dos veces en distintos momentos en la vida de su hijo menor. La última, cuando le dijo al segundo marido "dejalo ir"; ante la desesperación inimaginable de un papá pidiéndole, gritándole que haga algo, ella, la de los pequeños brazos lo trajo de nuevo al mundo. Una vez más.

Mi hermana pasó por un montón de cosas, tiene un carácter difícil y conmigo no ha tenido una buena relación prácticamente nunca. Cuando un amigo me llama para avisarme que se murió su primer marido, yo ni sabía que estaba viviendo en Londres; como no supe que volvió tiempo después a enamorarse de un primo de él. Luego me enteré, como si lo hubiera escuchado en una radio, que tuvo un hijo y luego que casi se muere. Por otros también me enteré que se fué a vivir a Uruguay y tiempo después que volvía. Hoy supe lo de Paul y su vuelta a nacer en Spegazzini gracias a su mamá. La vida la dan dos personas, salvo a mi sobrino que se la dió una sola. Hoy me enteré de esto y mañana voy a pasar el día de la madre con una madre especial a quien el tiempo y la sangre (que tira y mucho) me están devolviendo, a quién quiero y admiro profundamente: mi hermana Moira. Y sus hijos. Eso sí que es un feliz día.

Me quedé solo a la tarde y vi Aprile por primera vez (tenía ganas desde hace muchísimo tiempo). Cuando terminó no sólo quería ir a abrazar a mi hijo y besarlo. Me quedé pensando y recordando cómo fué su nacimiento, lo increíble que es un hijo. Lo que es la vida. Lo que es la muerte. Lo que te queda de cinta. ¿Cuánto me quedará a mí? ¿Cuántos centímetros más tendré? ¿Cuántos tendrás vos? ¿Cuántos Paul? Es extraño pero cuando reconstruí la vida de Milo, en un flash, no reparé (hasta este preciso instante) que nació el mismo día que Moira. Y me parece un lindo cierre para esta historia.

Ventana

El patio del fondo de la casona donde funciona la agencia en la que trabajo, tiene una luz mágica. De mañana por lo cálida, con el sol que se entromete atrevido en tu pantalla. Por la noche porque prendemos unos focos que están entre las plantas y alumbran de abajo para arriba, realzándonos el sinsentido de un mundo patas para arriba. La luz sube buscando ganarle a una oscuridad mientras nosotros tratamos de ganarle a la imaginación. Sin embargo el momento que me encanta, por su luz, es la tarde. Un arbol que salvamos de unos dientes de acero nos filtra con sus hojas, algo más que la ropa colgada de una soga, nos deja sin gris. Nos pinta de colores el muro que nos encierra.

Los baños dan al patio y las viejas ventanas nos regalan un pequeño show, como una pantalla de cine que pasa pelis que nadie vió. Una tarde cualquiera me encontré con que una luz particular (quizás porque estaba por llover) me hizo ver que afuera había un campo. Me asomé sorprendido. Era una estancia. Otro paisaje, con olor a pasto húmedo, a rocío, a niebla. No había un árbol solitario, había un bosque. No fue que me transporté, ni un viaje en mi cabeza. Estaba ahí, vivo, presente. De pronto, el canto de un zorzal me interrumpió cuando justo pensaba que extraño un campo sin música. Era el zorzal de siempre, en la rama de siempre, pero en otro lugar, más feliz, más libre. Estaba como yo, disfrutando del olor a pasto húmedo, con rocío en sus plumas, mirando extasiado el verde reflejo de la niebla entre las hojas brindándome un concierto tan personal como único.

Hoy pasaron unos días desde ese día y no volví a sentir lo mismo nunca más. Se ve que esta ventana se dejó olvidada una puerta abierta por error y me dejó pispear por un instante, un lugar exclusivo, que está ahí nomás. Tan ahí como el patio de esta vieja casona de belgrano donde mis ideas se juntan con las de diego para ir a jugar.

Carta

"El pasado, el presente y el futuro son distintas formas de la ilusión."
José Saramago.

Carta a mi pequeño hijo.

Muchachito:
Desearía, antes que nada, que si "un día entre los días" (como dice Sherezada) cuando el alcohol me haya achicado el alma empujándola al borde del abismo me fueras a visitar y me amenazaras con no perdonarme nunca si te abandono.

También deseo que si en el futuro te casares, tengas una nena y un nene que fueran dulces y hermosos y me llamen abu y pueda yo pasear con ellos en una ciudad, tomar helados, acompañarlos a la escuela y en vacaciones llevarlos a la montaña, a esos lugares que yo creo bellos y verlos nadar en el agua como en un espejismo.

Y que así porque sí me digas "otro día entre los días": "viejo, te invito a pasar un par de semanas en unos lugares cuya imponencia inimaginable no creerás nunca: ríos de ensueño, lagos de cuentos de hadas... y un paisaje pensado por el hacedor de los astros y los cielos... quizás pesques alguna trucha que evocará entonces, en tu memoria, aquel tiempo que con los amigos ibas a la quebrada del río grande..."

Me gustaría que viendo mis abultados años intuyeras en mí alguna tristeza, molesta como el ladrido de un perro en la noche y para mitigarla me invitaras a ver cine chino o esos cuentos de Kurosawa que ya filmará...

Como no soy ajeno al arte me pondría contento si me llevases a ver una exposición de Dalí o alguna serie de fotografías tomadas desde el aire, de distintos lugares del planeta (que no veré) o al museo de Bellas Artes... Luego almorzar en tal o cual restaurante japonés.

O a cruzar el río Colorado u otro río que por hermoso se llamase Bonito o que por su ímpetu se denominase Correntoso o con algún nombre aborigen poetico como Ruca-Malén... Intentar la pesca en el último confin de un lago en un sitio cuyo nombre fuese Última Esperanza.

Hoy eres un niño y dibujas muy bien. Si estudias, quizás "un día entre los días" vivas de eso y seas feliz y una peregrina inquietud te lleve a conocer países y ciudades... Veo como entre una bruma... Nueva York, Londres, París, Florencia, Roma y otros que no alcanzo a distinguir bien.

Me ilusiono imaginando que tal vez al regresar me traigas de regalo libros y folletos de museos...
Para terminar: Reconozco que voy demasiado lejos con mis deseos, pero...
!Soñar no cuesta nada!

Con cariño.

Tu papá

octubre 1969

PD: hoy tu hermanito abrió la puerta de un jaulón y se volaron todos los pájaros. ¿será ese acto una premonición de libertades futuras?