TEXT ONLY

Este blog nació como un lugar donde tirar fotos y textos que salgan cuando y como puedan. Sin mucho rollo porque no soy ni escritor ni fotógrafo, sólo con ganas, dependiendo exclusivamente de la inspiración. Hoy las fotos se mudaron a otra parte, a un lugar donde van a estar más cómodas, más libres. Y acá quedará esto para el que quiera leer pavadas. Bienvenido una vez más querido lector. Si querés fotos, abrí la puerta y andá a jugar.

http://www.flickr.com/photos/volvidejapon/

1986

Ayer me crucé con Marcela por la calle. Hace 20 años salí con ella, y pasó de largo por la vereda de la misma forma que lo hizo por mi vida. Su mirada tiró una pregunta al aire que no contesté y seguí caminando sin mirar atrás. A la noche me crucé, acá en la red, con un sitio donde podés bajarte discos inconseguibles de rock nacional y encontré uno de Fricción del que sólo tenía un par de temas y quería con ganas tenerlo completo. La emoción de poder escuchar canciones que durante años estuvieron en un cajón perdido de mi memoria me embargó pero exploté de felicidad concreta cuando vi algo que hacía más de una decada que buscaba. Silencio de Los Encargados, año 1986. Como el de Fricción. Como Marcela y su vientre de mamá. 1986. Veintiún años y el mundo para llevar por delante. Facu, diseño y sexo. Ropa cara para vestir una realidad de suburbano pobre. Borcegos, sobretodos negros, camisas blancas y ojos pintados. Un new romantic al que el destino (siempre burlón) le cambió Londres por Banfield. 1986 de pelos parados. De australes y dolar barato. 1986 de Shakespeare, de querer ser como Carlos Mayo. De tipografía condensada y cuadros de cartón. Año de disfrute, de noche. De adolescencia sin dolencias. De libros, cine arte y música, más música. Que arrancó un verano de colonia con una chica tras otra. Comiendo manzanas dulcísimas robadas de algún edén. De despedida en una terminal pidiendo a alguien un cuidado que convirtió (vaya alquimia) una amistad en amor y pasion. Año de descubrir, de entregarse, de perderse. De tocar el cielo con las manos, como la que usó Diego para meterla celestialmente en el fondo del arco. Año de pintor en caballito, de monjas, de menú único de hamburguesas con huevo poché. De partidos de fútbol con pelota de trapo en una biblioteca santa. 1986 de Vox publicitaria y Fotos de Tokyo. De armar fuera de escuadra con cutter y cemento entradas a espectáculos a los que nadie fué. De amigos pintados de verde en el fin del mundo. Un año donde, a la distancia, puedo asegurar sin complejos que fui feliz. Feliz de una forma exagerada, fuera de escala. Escuchando canciones de amor. Enamorado, orbitando. Igual que ahora.

Hay canciones que se llevan algo de uno
cuando terminan,
son como romances que se llevan
algo de uno cuando terminan.

Somos mundos cerrados
vivimos separados
aún miro tus ojos y veo líneas, amor,
veo líneas, líneas de amor
veo líneas, amor.

No puedo recordar la primera estrofa
de la canción que siempre quise cantarte
pero no importa pues veo que nada volverá
ese viejo romance.

Somos mundos cerrados,
vivimos separados
aún miro tus ojos y veo líneas, amor,
veo líneas, líneas de amor,
veo líneas, amor,
veo líneas, líneas de amor...

(Líneas - Los Encargados - Silencio, 1986)

La puta madre, lo feliz que soy escuchando esto. No se dan idea.

PD: cenamos con puppe en lo de mile y de sobremesa vimos un viejísimo anuario de publicidad argentina. Glorioso, lleno de avisos inolvidables ¿De qué año era este anuario? ¿Crees que adivinaste? Pues sí. Increíble.

Dedicatoria

A veces creo que es un sacrilegio manchar un libro con una dedicatoria. Sobre todo cuando el destinatario es una pareja. Manchar me refiero a esas palabras llenas de amor y afecto que tienen una fecha de vencimiento incierta. Van de la mano de la relación y en algunos casos todo lo dicho y lo escrito se tiñe luego, con la ruptura, del mismo color con el que se pinta la separación. Y hay cosas y casos donde uno debería ser responsable y no marcar como un tigre que llena de olor su territorio ni cosas ni personas. Ellas no nos pertenecen. Por más que amemos o paguemos, por más que nos den una factura, sumemos puntos extra o nos correspondan entregándonos sus vidas. Regalos en un caso, préstamos en otro. Cuando tengo ganas de escribir una dedicatoria en un libro, cd o en una peli, lo hago con el alma en pelotas y tiro la que sale. Como sentís, es fácil. Y en el caso de amigos o familiares no me calienta. Me dan la sensación (errónea a veces) de que esos lazos no se rompen. Pero me jode la mancha, la cosa indeleble con las chicas. El meo del tigre innecesario. Hace poco regalé un libro grosso a una persona con pinta de lo mismo y me dio cosa entintarle la primera hoja. Preferí manchar acá explicando esto y dejar que las únicas palabras de ese tomo sean las que el ciego inmortal le dictó a alguien. Da miedo y vergüenza ponerse a escribir sabiendo que unas páginas más adelante te esperan genialidad y talento. Pero eso es otra cosa. Por eso escribo tranquilo acá, porque lo que sigue es siempre igual, a veces más, a veces menos; cositas insignificantes de un tipo que lo único que hace es amontonar sentimientos disfrazados de letras.

Juan

Hoy no estoy ahí con ustedes y es una pena. Una pena tan grande como el vacío que siento, o como el que les dejé. Es una pena también que no se den cuenta lo que tienen sólo por estar vivos. Van a caer como yo, cuando ya sea tarde. Hace un tiempo me encontré, como hoy, ante una hoja en blanco y fue una de las últimas cosas que no hice. Escribirte. Y como en ese momento no pedí que me comprendas por lo que iba a hacer, ahora (que puedo) te pido que me escuches bien y trates de comprender algo mucho más importante que un por qué.
La vida es hermosa, es lo único que tenés, lo único que tuvimos y lo único que vamos a tener. Todos van a terminar descubriéndolo. Tarde me di cuenta que una lágrima corriendo por una mejilla es el universo entero, encapsulado, como lo es una risa, o un beso, o una frase iluminada, o un libro, o una melodía. Como un abrazo o un te quiero dicho con la boca pastosa a la mañana asomado por entre las sábanas. Detrás de cada átomo que gira, hay un mundo que gira. Una historia. Tarde vi que mis amigos son increíbles y que fui injusto con ellos al irme de esa forma. Como fui injusto conmigo por no querer seguir. Me pierdo cosas ínfimas que ahora son enormes, gigantes.
Un rayo de sol que se te cuela por debajo del flequillo una tarde de calor haciéndote pestañar mientras te tiñe todo de naranja.
La mirada curiosa de un bebé en el carrito de una madre apurada por llegar a ningún lado que busca en tus ojos alguna respuesta a su millón de preguntas.
El repetir una escena que estaba bien y que luego sea lo mejor de la peli.
El jugo de un durazno maduro que se escapa por la comisura de los labios endulzandote no solo la cara sino todo tu ser.
Una canción casi olvidada que vuelve fresca a tu memoria trayéndote con ella un montón de imágenes, momentos que revivís por un instante.
El balanceo de dos ramas que se rozan en una danza privada al ritmo del viento que las seduce mientras les susurra cosas lindas.
Una foto que esconde algo que nadie vió y te hace descubrir formas y colores en un show donde el único espectador sos vos.
El vuelo de una golondrina solitaria y juguetona que te dibuja en el cielo con sus alas de grafitto dibujos invisibles.
El olor de un ajito que se te manda desde la casa de al lado y busca tu nariz haciéndote desear y te hace agua la boca.
El apretón de una mano que busca en la oscuridad esa seguridad que sólo vos le podés dar.
El sonido de un teléfono que suena y te hace rogar que esté tu amor del otro lado.
Una tela que te deja jugando un rato con su textura y le regala a tus dedos una suavidad que los eriza y enloquece.
Una palabra que le alegra el día a alguien sin que te des cuenta nunca.
Un papá que en vez de pasar detrás tuyo como si nada, te acaricia el pelo haciéndote sentir todo su amor.
Una estrella fugaz que te reta a buscar un lindo deseo rápidito así se cumple.
Un vino que fué hecho con uvas elegidas por algún dios para vos y no se lo dijo a nadie.
Una carcajada que te arrancó un amigo con una ocurrencia inteligente.

Podría estar toda tu vida contándote ejemplos pero no quiero que pierdas más tiempo. No quiero que pienses en mí y en la pena que les causé a los que me quieren aún ahora y siempre. Quiero que vivas, que seas feliz, que disfrutes, que ames (y te dejes amar que es más difícil) que hagas reir a los demás, que seas buena persona y que tus deseos infinitos te empujen a hacer, a tener mirada de artista y la sensibilidad de los grandes, que cada mañana veas en el espejo, reflejado, el mundo. Ese universo circular, perfecto, rico, hermoso y único que sos vos.

Juan.

(Juan Pablo Rebella codirigió "25 Watts" y "Wisky", junto con Pablo Stoll y se suicidó una noche de julio en Montevideo)

Reflejo de una historia real

Desde que recuerde siempre ayudé a las personas a observarse. Descubrir lo que les pasa, mostrarles el alma. Devolverles el paso del tiempo, hacerlos sentir. Me tocó vivir en el campo hace ya muchos años y la vida no era fácil en el sur de Córdoba en pleno auge de un país que nunca cumplió lo que prometía. La casa pertenecía a una familia de inmigrantes italianos que a principios del siglo XX no conocían ni la miseria ni la guerra que llegarían irremediablemente unos años después.
Una de las niñas de la casa era distinta, poseía una belleza inigualable y una dulzura que la hacía sobresalir no sólo dentro de su familia sino quizás en su época. Con los años y luego de compartir largas horas con ella, vi que su belleza natural aumentaba día a día hasta alcanzar niveles que ningún artista podía siquiera imaginar. Así pasó su niñez, su adolecencia y cuando se convirtió en mujer no había hombre que no la soñara. Su padre ocupado en las duras tareas a las que fue condenado, era indiferente a casi todo y su madre una mujer simple, celosa de un porvenir que no le pertenecía, fue quien detonó lo que luego supe era el comienzo del fin.
A una cuadra, una familia humilde crió un niño, que luego de hombre, parecía estar a su altura por ganas y empuje. Otra mosca blanca en un lugar perdido para el resto de la humanidad. Como desafiantes a un destino injusto y cruel, comenzaron un romance digno de las mejores plumas. Secreto, intenso, amor en estado puro de ella, la bella y él que había salido de un vientre humilde para llevar con entereza un color de piel que castiga y margina. Como una tragedia de otros tiempos, casi inevitablemente, un día esta madre controladora los descubrió y por su racismo, hizo hasta lo imposible hasta interrumpir lo que haría luego de su hija un fantasma, una sombra. Después de ejercer un poder hoy inimaginable, y ahogarles la ilusión hasta que el amor mutó en impotencia y luego en dolor, disfrutó cuando un día quien pudo ser un hijo más, se casó con alguien más cercano a su linaje, combinando con un contraste menor los colores que socialmente todavía marcan un espectro cargado de tonos y de infamia. Ese casamiento, el seguir viéndolo, vivir tan cerca y estar tan lejos más el saberlo con otra, hicieron que pasara largas horas conmigo. En silencio por momentos, con lágrimas inagotables por otros, día a día su deterioro se hizo ostensible. Palpable. Un abandono que todo el mundo ignoraba pero que reflejaba un plan irrevocable. Lentamente su piel, antes rosada como un atardecer tibio, se fué tornando blanco, como su destino de mármol. Un día dejó de comer y ya no pronunciaba palabra alguna. Menos conmigo, sólo su mirada fija, tratando de ver lo que pudo haber sido, compartiendo mi silencio. El eco de ese sentimiento que la mantenía aún con nosotros fué extinguíendose lentamente como su salud y compartíamos cada vez más tiempo, como si nadie existiera, como preludio de su inexistencia. Largas horas peinándose mientras me limitaba a observar incrédulo el reflejo de su belleza ya extinta. Así la encontraron un día, muerta frente a mi, con un cepillo entre sus manos, yo como único testigo, mudo. Cuando el último calor abandonó su cuerpo, su mirada encerraba toda la tristeza del mundo proyectada por dos perlas azuladas, fijas en mí tratando de que le devuelva algo que ya no le pertenecía.
Un tiempo después me encerraron en un cuarto junto al resto de los muebles y ya no volví a devolver una imagen. Envuelto en papel, delicadamente para que no me rompa, para evitar siete años de mala suerte. Sin que nadie sepa jamás que nada desee más desde entonces, que desaparecer en mil pedazos para tratar de olvidar esa mirada (alguna vez bella y dulce) que me impregnó un sentimiento indeleble que nadie merece sufrir, ni siquiera yo que soy un simple vidrio enmarcado, bañado en sales de plata.


Esta es una historia real.