cosas en común

Es una pena que no pueda llegar a conocerte a fondo. Todos los suegros que me tocaron fueron unos zapallos y cuando me tocó uno piola, la relación duró prácticamente nada. Vos me caiste bien, y hoy que te empiezo a conocer, te toca pasar por esto que es una tragedia y me deja con la sensación de que no vamos a poder compartir todo el tiempo que nos merecemos. Actualmente tenemos un par de cosas en común: Una es que lo poco que sabemos el uno del otro está teñido por el amor con el que nos mira quien contó estas historias y eso está bueno. La otra cosa en común es tu princesa, que hoy también es mía de prestado. El resto, si es que compartimos algo, dependerá del tiempo que nos regale la vida. Hoy estamos inmersos en la incertidumbre de ver cómo evolucionás, de cómo estás. Nadie tiene el futuro asegurado y menos que menos, la bola de cristal que nos diga qué va a pasar. Me encantaría una solución mágica que resuelva todo y puedas estar bien, pero la magia no existe, sólo la ilusión de vivir. Vos dijiste hace poco que lo inevitable es eso y que al resto le ibas a dar pelea y me encanta esa postura. Yo no puedo pedirte nada en este momento donde tenés tantas cosas para pensar y hacer, pero me gustaría tomarme el atrevimiento de pedirte una sola. Quiero que hables con Mariana, de lo que ella es en tu vida, de lo que fue, de cuánto la querés, lo que significó para vos como primer hija, cómo la ves hoy como persona, qué soñas, qué deseas para ella. Y preguntale a Mariana qué sueña, que espera hacer de su vida, cómo piensa darle a los demás toda la dulzura y ternura que encierra. Preguntale cómo se imagina sin vos y hablenlo, no se dejen tinta en el tintero. Toquen todos los temas como si cada día fuera el último. Porque siempre es así. Yo voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que no sufra. Porque la amo. No puedo prometerte que voy a ser la pareja perfecta, porque no lo soy, pero sí te aseguro que toda la energía que tengo (y tomalo como un juramento) la voy a utilizar para hacerla feliz. Como hago hoy. Yo no soy nadie especial, sólo espero ser un buen tipo y te digo esto para que sepas que en este momento ella es feliz y quiero que siga así por mucho tiempo, como quiero que sigas vos por mucho tiempo con nosotros, así podemos tener algo más que un par de cosas en común.

cerrar los ojos

Recuerdo claramente mi primer pesadilla. Esa noche la pasé mal pero lógicamente no le di importancia, era un mal sueño. Al otro día repetir la experiencia de pasarla mal mientras dormía, me hizo pensar en que las preocupaciones me estaban pasando factura y no fué hasta que mis hijos se quedaron a dormir en casa la tercer noche que me di cuenta lo que nos pasaba. A los gritos desesperados de mi hija a quien intenté despertar sin éxito, se sumaron los de mi hijo que llorando me abrazaba clavando sus uñas en mis brazos, diciéndome que no soportaba más lo que estaba viendo. Luego de tres interminables horas logré interrumpirles las pesadillas. Eso fué sólo el comienzo. No sé quién fué el primero que lo comentó en el trabajo ni cuál fue la primer nota en la televisión, pero todos, absolutamente todos en Buenos Aires tuvimos pesadillas durante una semana seguida. Después supimos por la tele que el mundo entero pasaba por lo mismo; en la actividad más igualitaria e ininterrumpida de la historia de la humanidad. Al mes, la economía mundial colapsó y por un momento no hubo guerras en ninguna parte, las teníamos todos internamente. Era dios en la tierra castigános, o el diablo jugando con nosotros. El caos en los hospitales, y las calles fue dantesco. A cada instante había cientos de miles de personas que estaban viviendo en el infierno. El terror se escuchaba en los edificios y tuve miedo de quedarme dormido. No sólo la noche era un infierno, también el día porque nadie quería acostarse. Traté de no dormir tomando cuanta pastilla tuve a mi alcance y luego intenté con cocaína; el cuerpo me aguantaba pero al tercer o cuarto día caía rendido. Esas pesadillas eran las peores. Todos soñamos cosas diferentes y nuestros temores se amplificaron hasta lo imposible. Muchos se suicidaron. Mis vecinos organizaron reuniones donde nos turnabamos para contenernos mientras padecíamos nuestras íntimas torturas nocturnas. Yo imaginé mil cosas, entre ellas una invasión extraterrestre, un descalabro a nivel global de nuestra existencia. La raza humana veía su fin. Nadie en su sano juicio encontró razón alguna para explicar este fenómeno coherentemente. Las iglesias rebalsaban de gente rezando y durmiendo de a minutos que fue la forma de esquivar nuestro destino. Un tercio de la población mundial desapareció, apocalipsis en tiempo real.

No recuerdo cuándo fué, pero un día mi hijo durmió plácidamente. Lentamente pudimos descansar. Horas. Incluso hubo noches que ni soñamos. Así, hasta que las pesadillas nos abandonaron. Poco a poco todos comenzaron a olvidar lo sucedido, y me sorprendió que de pronto no se habló más de ello. Me miraron extrañamente cuando pregunté si alguien había vuelto a tener un incidente. Nadie recuerda, absolutamente nadie. Me negaron uno y otro que lo que les acabo de contar haya ocurrido. Las cicatrices en mi cuerpo me lo refrescan. Cierro los ojos y la oscuridad vuelve a mi, vividamente, pero sólo yo recordaba. Lo más extraño es que un amigo cuyo padre se suicidó una semana antes de que todo termine, me dijo que su padre falleció cuando él tenía 10 años. No puedo entender cómo viví cosas que nunca ocurrieron. No hay rastros de lo que pasó. Comencé a dudar de mi cordura, incluso de haberme hecho las marcas en los brazos yo mismo.

Hasta hoy, cuando sin querer escuché una conversación en un bar. Al darse cuenta que los había oído, callaron súbitamente. Hablaban de las pesadillas. Me fuí corriendo y sentí que me perseguían hasta que los perdí de vista. En ese momento descubrí la verdad y el terror que sentí, es el mismo que se va a apoderar de vos cuando recuerdes lo que pasamos, porque es muy probable que las pesadillas que tuvimos aún continúen. Y no te des cuenta.

Francesca

La suegra de mi amigo Osvaldo es una tana de libro que se llama Francesca y anoche nos contó esta historia: un pariente de italia, descubre que la novia lo engaña con su mejor amigo y lo abandona. El despechado le pide kerosene a su mamá y se va sin decir nada. Parte raudo con su automóvil hasta arriba de una montaña donde se encuentra el hotel en el que se hallaban su ex novia con el ex amigo, se detiene enfrente mismo del albergue y se prende fuego adentro del coche.

Francis comentó que al visitar el lugar no podía entender cómo alguien se podía prender fuego en un lugar tan hermoso y finalmente agregó: "a ese chico le faltaba chispa"

Quien fue a reconocer al muchacho carbonizado era otro pariente de Francesca quien comentó luego: "lo único que encontraron fué un pedazo de zapato y un mechón de pelo" Este mismo chico, un año más tarde hablaba por teléfono con su novia indú que se encontraba en Nueva York. Ante la falta de respuesta a una pregunta, la chica se preocupa y llama a italia tratando de ubicar a sus suegros. Les cuenta lo sucedido, que habia dejado de hablar súbitamente. Lo encontraron muerto, tenía 30 años. Francis dice: "qué lástima, era tan lindo"

"Los italianos tienen el carácter explosivo por la guerra" Francesca.

caballos desbocados

Vi llorar a mi viejo muy pocas veces. No le gusta y se enoja cuando yo lloro. Creo que es porque le duele en exceso, se tilda, no sabe convivir con las lágrimas. Quizás lloró demasiado. Una de esas pocas veces, fue cuando hablando de literatura rusa, andá a saber qué historia le disparó qué cosa y se le escapó un llanto intenso, profundo, sólo pudo decir: "se me pasó la vida, estoy viejo" sin poder parar de llorar. Hoy sentí lo mismo y entendí su llanto porque me desbordó el alma de la misma forma, las mismas pesadas lágrimas, arrancaron el mismo dolor. A papá esa sensación se la trajeron viejas palabras, a mí, viejas fotos. Estaba buscando archivos de los chicos hoy a la mañana y encontré tesoros casi olvidados. Verlos chiquitos, felices, en un degradé temporal se acercaron al presente, poniéndose más grandes a medida que aumentaban los pixeles de la resolución de las imágenes. Y me angustié, sentí que se me pasó también la vida, me llené de temor, temor de perderlos, de irme sin verlos adultos, sentí el paso del tiempo.

La vida pasa señores, se va sin mirar atrás, se escapa corriendo como caballos desbocados mientras peleamos las miserables batallas que nos imponemos. Nos preocupa tener más, estar en otro lugar, ser otro. Sufrimos por el trabajo, por las bajezas del dinero. Batallas inútiles cuando las ponemos a través de la luz. Me pone triste ver que la vida se nos escurre de las manos por tenerlas ocupadas con otras cosas.

milagro en la casa de Titi

Vivo en este laberíntico misterio que nos ofrece la ciudad de Buenos Aires desde hace unos años. Desde que un día se fueron Sebas y Titi a la madre patria a buscar el futuro que acá no imaginaban. Y todo este tiempo sentí lejana esta casa. Era una casa, no mi hogar. A unos metros de la esquina de Bauness y Bauness en Parque Chas. Será que me vine de prepo que no la quiero. Será que mi permanencia es inestable. Inestable por el miedo a que vuelvan los chicos de golpe, o que la vendan o que me pidan mil euros de alquiler, nada es peor que no saber dónde vas a vivir. Cada diciembre con su visita de españa, crecía la incertidumbre sobre mi destino en esta esquina. Me sentí sin techo. Y pasaron uno tras otro los años y yo sin quererla aún, pese a que la pinté y la cuido más que si fuera mía. No hay caso, no tengo química con la casa de Titi.

Hasta hoy.

Porque los milagros ocurren y hace un rato, sentí un ruido nuevo sobre esta cúpula transparente que me cobija día a día. Era el ruido de la nieve acariciándolo todo. Y ese ruido me encantó. Prendí las estufas y me sentí cobijado. En casa. Abrigado como nunca. Yo sobreviví acá una etapa dura, de cobrar una miseria trabajando como un burro, una separación, el tener a los chicos salteados y pienso que sin este refugio, no hubiera podido superarlo. Hoy las incertidumbres continúan y sigo esperando diciembre como siempre, a ver que viene, pero esta vez la vigilia será diferente porque desde hoy a esta casa, la quiero.

deberes

Tengo una duda que me carcome: ¿si mi analista lee este blog, está haciendo tarea para la casa? Puta madre señores, nunca voy a lograr que mi analista me lea. No porque sea un vago, sino porque toda tarea para la casa es un garrón. Qué cagada convertirse en la tarea de alguien. Tenés que dejar de estar con los pibes, ver la tele o escribir sobre droga dependencia (cosa que hace y parece que muy bien) para seguir laburando. ¿O tendrá que leerlo en sesión mientras le pago? Si es así que me de un café con leche mientras y me deje leer cosas de su biblioteca. Acá contrariamente de lo que dice el título, tiene material riquísimo para encontrar la sutileza de mi psiquis, para llegar al fino, a lo que no sale en el diván. Cosas que están expuestas como un sapo despanzurrado ante la lupa del pibe que investiga. Yo supongo que se va a hacer el boludo como cuando le pregunto algo. Parece que no vió una peli en su vida, porque no hay vez que le tire un título y me diga que la vió; ni siquiera lo dice, gira la cabeza con un hummmm que en el idioma de él es: "no negro, no te cuento nada ni en pedo" Me tenté mil veces de decirle que venga a leer, es más, cuando empecé el blog cometí el error de alcanzarle las 2 primeras cosas que postee que son una verdadera mierda. Y acá estoy, el que no hace la tarea para la casa, pretendiendo que el loco deje la pelota y sus lacaneadas para sentarse refunfuñando a leer, tomandose un vascolet, con la vieja planchando el guardapolvos mirándolo de reojo mientras dice: "lee fabiancito, que el gordo puso unas cosas interesantes la semana pasada y en el cuaderno de comunicaciones te retaron porque no hacés los deberes".