La felicidad juega con nosotros a las escondidas. A veces tenemos suerte y la sorprendemos cuando menos lo esperamos. En una plaza, junto a una parrilla, detrás de una mirada, en una sonrisa, sentada a la mesa con tu viejo, en un sofá, en un cine. Siempre agazapada, escurridiza. Aparece y desaparece. Es pilla la felicidad y es raro hacerla contar porque es efímera. No nos da tiempo. Se borra siempre. Corremos para hacerle pica pero se las rebusca para hacernos un "piedra libre para todos los compas" Sonriente, nos mira burlona. La cosa es que sus compañeritos son unos indeseables que para qué te cuento: la desazón, la angustia, la tristeza, la preocupación y otros vagos que mejor perderlos que encontrarlos. Atorrantes que se ensañan con algunos y los acompañan a todos lados. Esos guachos no entienden que es un ratito nomás que nos los bancamos. Pero insisten. Y ahí estamos nosotros, como sin querer encontrarlos, quedándonos inmóviles ante ellos. Como cuando descubris escondido a tu mejor amigo y deseás no haber mirado, o que fuese invisible, y ahí está. La pucha, a correr que te vi.
Así estamos jugando, buscando. La vida se nos pasa mientras curiosos seguimos asomándonos y corriendo para hacer pica. Tratando que no nos toque contar a nosotros para, quién te dice, poder ir de la mano de la felicidad a escondernos juntos a alguna parte.
Como dice usted, la felicidad puede aparecer e irse en el humo de una misma taza de café.
ReplyDeleteSaludos,
AG
Y a veces la felicidad está en un texto que juega a las escondidas con cosas de la vida o en una foto de un molino que te vuela la cabeza.
ReplyDeleteGroso Rucci.
Un abrazo,
Ariel