Papá

El viejo tiene blog. Los escritos que tiró a la basura desde siempre, ahora parece que le están escapando a la muerte, al olvido. Me tomé el atrevimiento de juntarle las hojas (que atesoraré por siempre) que impulsivamente y sin corregir llena de palabras y vida. Visítenlo, tiene perlitas brillantes, hermosas, que hacen que colgarse un poco a leer, valga mucho la pena.

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sueños

Los sueños aparecen vivos como una realidad paralela llenos de sensaciones o velados y difusos, con los bordes borroneados, llenos de agujeros en la trama, ajenos, como un borrador mal escrito. Las pesadillas son otra cosa y no quiero ahondar en ellas hoy. Los sueños sólo nos quedan si los pescamos o se deslizan a nuestra cama desde ese lugar misterioso donde los proyectan. Distintos son los que soñamos despiertos. Las fantasías, los deseos, las cosas que anhelamos; los planes más disparatados son perpetrados en un estado de trance lúcido en el que montamos escenas, como mini dioses, del mundo en el que nos gustaría vivir. El tema es que hoy estoy viviendo uno que no entra en ninguna de éstas categorías. En este sueño, estoy inmerso en un amor inmenso, profundo y colorido, donde todo cambió, desde el sabor el aroma y la luz, transformando todo en una película fantasmagórica. Cada caricia, cada beso, cada palabra me llevan incrédulo a chequear si estoy entre sábanas, pero no, dejo que transcurra mientras la música nos pasea de su mano a un campo inmenso lleno de verde y calor. Y dejamos que el tiempo camine, mientras nos quedamos sentados al pie de un árbol soñando dentro del sueño cómo llegar a convertir dos universos en uno. Ahí es cuando veo que no cierra esto, que no puedo estar viviendo algo así, una anomalía que algún ser superior trasnochado dejó caer a la tierra y para colmo, en vez de dejarlo empacado en un sueño, se transpapela y queda entreverado en la realidad. La mía. Y así es que este sueño no es sueño y vos no sos nube, estás ahí, sonriendo con tu mirada de miel frente a mí. No dejo de pellizcarme, y ya no sé si por costumbre, por bobo, o por cábala, lo único que sé es que no quiero abrir los ojos, aunque estoy más despierto que nunca.

bosque

A veces el árbol no nos deja ver el bosque. Gran concepto. Ojalá siempre tenga la lucidez de tener esto en cuenta. Nos pasamos los días centrados en las particularidades, viendo troncos. Nos preocupamos porque vienen torcidos, o enclenques, descascarados o pelados ¿qué bosque no tiene de éstos? Y ahí van nuestras energías, a veces es peor y uno deja todo y se llena de angustias, de miedos. Y no aprecia el resto, el todo. Miramos sin sentir, se nos escapan cosas, como el sonido del viento acariciando las ramas o el sol que se filtra impertinente entre las hojas dibujándonos espectáculos que nunca veremos. Así estamos, pegados a las cortezas sin ver el bosque, sin la perspectiva que nos haría notar su belleza, que es REALMENTE HERMOSO, que está sano, fuerte, tupido. Que está lleno de vida. Así vamos. Así pasan las estaciones y el tiempo cae como lo hacen las hojas en otoño. Ahora me vienen a la cabeza imágenes de las últimas pelis que vi de Zhang Yimou, donde los bosques están expuestos en su totalidad, en su conjunto, incluso en la desolación de los crudos inviernos, nos enseña su natural imponencia. Esa forma de comprender la totalidad deja de lado la sinéqdoque a que nos sometemos en nuestra existencia. El bosque no es la parte por el todo, es el todo por el todo. Un todo lleno de cambio, de nacimiento y muerte. Pleno de verdes, de ocres, de rojos, de amarillos y grises generados no sólo por el baño de sol, sino por su conjunción con la vegetación, con las sombras, con los reflejos. Como la vida. Porque ese bosque es la vida, sos vos y también soy yo.