Mar, crepúsculo, la naturaleza me regala el sol pintando las olas de naranja con pinceladas caprichosas. La textura aterciopelada del mar hace más intenso el acariciar de cada ola, me adormecen. Como una toma en estudio, la luna pone la luz de fondo, con su llena redondez, intensa y blanca como los leones y dragones que dominan el cielo lejos de los hombres. Cerca del horizonte unas barcas le roban a un Neptuno distraído algunos peces y eso será la paga de un largo día danzando en el verde suelo de sal. Escucho a lo lejos el eco de las sirenas que intentaron robarle a Odiseo la cordura y cruzando el tiempo y los océanos, me llega el cantar, arrullándome mientras siento sus caricias por todo mi cuerpo. Tirado boca arriba, con la mirada perdida en el cielo, con los pies asomando como queriendo sumarse al espectáculo. Sigo así y pasan los minutos y el sol cambia la paleta y le agrega un poco de rojo a la inmensa bóveda y al espejo en el que floto, dejándome llevar como el día que se marcha lentamente para dejarle lugar a la noche.
Pienso que todo es una ilusión y que no estoy aquí, es un recuerdo, un momento encapsulado por alguien para visitarlo de vez en cuando. El calor, la arena, el amor, las risas. Todo una fantasía que ahora recuerdo y quizás alguna vez viví.
Qué lindo, me hubiese gustado estar compartiendo esas risas, congrats.
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