Vuelo arriba de esta inmensidad plana, que tantas veces vimos en las pelìculas, y me imagino a los peregrinos que tardaron generaciones en cruzar lo que yo en unas horas. Me veo pasando sobre tierras de vaqueros, sobre La Ponderosa y sus hijos, veo sobre un cerro a un jefe indio y sus guerreros. Veo una inmensa manada de búfalos quienes reinan aún hoy aunque sean espectros que se escaparon del fusil del cara pálida y el galopar de los mustangs salvajes se hace oir pese a que corre el viento sólo, extrañando.
Veo caravanas con sus carretas llenas de esperanzas y sueños. Me pregunto si yo no estaría en una de ellas, persiguiendo un destino mejor. Veo la desesperanza que los arrastró a llegar al lejano oeste, no creo que la ambición le ponga el pecho a las flechas, me imagino que el motor de esa odisea ha sido una promesa.
Tanto verde, tanta aridez junta, esa planicie eterna se encargó de pintar montañas y bosques para ser el escenario de la historia de un país que se formo con gente como la nuestra, un país hecho con extranjeros, que tuvo mejor suerte, o mejor dicho, mejor destino.
Así termina esta historia del día en que fui piel roja, pionero, potro y búfalo, esperanza y lucha. Todo esto recreado a través de un ventanilla parecida a esta donde estás leyéndome.
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