El gordo es un tipo que le encanta viajar. Le gusta lo nuevo, conocer, sentir aquello que generan lo desconocido y su amiga la incertidumbre. También disfruta enormemente porque cree que está burlando al destino, cuando algo se traspapeló en los designios divinos y por eso, él puede salir.
Y desde hace un tiempo, el gordo no viaja solo. Tiene compañeros de viaje y los elije según donde vaya. Hay una cosa que hace el gordo y es que no ve con sus ojos. El gordo se lleva los ojos del viejo con él.
Museos, plazas, calles, campos sembrados, pirámides y casitas, el gordo sabe cuando algo le puede gustar a su papá, abre sus ojos y mira.
El gordo no viaja para él. Lo vive como algo externo, una vez en Roma fueron los ojos de su padre los que lloraron cuando el rugir de los leones, en el anfiteatro que bautizó a su hijo, y la lucha encarnizada ante el grito ensordecedor de la multitud lo llenaron de emoción. O en Londres o París, cuando llevó los ojos de su hija, o los de algún amigo que agarra para mostrarles algo sin que ellos lo sepan nunca.
Y es por eso que el gordo saca fotos, porque no le alcanzan los ojos. El quiere que los suyos sean los de todo el mundo. Porque ama que la gente sienta algo al verlas, se transporte, conozca, vuele. El gordo no saca fotos para un deleite personal, sus lentes son los ojos de todos los hombres del mundo y también de los que vendrán. Se gasta el dinero que no tiene, le pide a sus amigos porque quiere que esas fotos sean cada vez mejores. Quiere capturar la escencia de lo que fotografía, sea una mujer que pide en la calle o un puente.
El gordo quiere mostrarnos el mundo y cree que la fotografía es el arte por excelencia, el más pluralista y democrático de todos, detrás de una cámara, cualquiera puede crear una obra maestra. Es el arte perfecto. Y es precisamente su padre, el compañero de aventuras favorito, quien le ha regalado sin saberlo, un orgullo enorme ya que ahora está él detrás de de una cámara para contar también sus historias.
El gordo siente que tiene una misión en la vida y es por eso que enfoca toda su energía en ello. En el trabajo o fuera de él, el gordo quiere hacer más hermoso el mundo y que lo vean. Bello o terrible, porque algo que no les dije es que hacerlos pensar también es otra de sus tareas que se impuso, más sutil o secundaria quizás.
Cada día que afronta, su desafío es hacer algo relevante, positivo, y no le importa si le va la vida en eso.
Espero señores que este tipo siga adelante con su misión, en tierras lejanas, o en su entrañable bosque del conourbano, el gordo pone siempre todo lo que tiene para hacer de este mundo un lugar un poco mejor, aunque consista solamente en robarles una emoción, una reflexión o una lágrima.
Viva el arte y los locos que ponen su alma para hacerlo.
Gracias gordo.
Londres, octubre de 2010
La Ponderosa
Vuelo arriba de esta inmensidad plana, que tantas veces vimos en las pelìculas, y me imagino a los peregrinos que tardaron generaciones en cruzar lo que yo en unas horas. Me veo pasando sobre tierras de vaqueros, sobre La Ponderosa y sus hijos, veo sobre un cerro a un jefe indio y sus guerreros. Veo una inmensa manada de búfalos quienes reinan aún hoy aunque sean espectros que se escaparon del fusil del cara pálida y el galopar de los mustangs salvajes se hace oir pese a que corre el viento sólo, extrañando.
Veo caravanas con sus carretas llenas de esperanzas y sueños. Me pregunto si yo no estaría en una de ellas, persiguiendo un destino mejor. Veo la desesperanza que los arrastró a llegar al lejano oeste, no creo que la ambición le ponga el pecho a las flechas, me imagino que el motor de esa odisea ha sido una promesa.
Tanto verde, tanta aridez junta, esa planicie eterna se encargó de pintar montañas y bosques para ser el escenario de la historia de un país que se formo con gente como la nuestra, un país hecho con extranjeros, que tuvo mejor suerte, o mejor dicho, mejor destino.
Así termina esta historia del día en que fui piel roja, pionero, potro y búfalo, esperanza y lucha. Todo esto recreado a través de un ventanilla parecida a esta donde estás leyéndome.
Veo caravanas con sus carretas llenas de esperanzas y sueños. Me pregunto si yo no estaría en una de ellas, persiguiendo un destino mejor. Veo la desesperanza que los arrastró a llegar al lejano oeste, no creo que la ambición le ponga el pecho a las flechas, me imagino que el motor de esa odisea ha sido una promesa.
Tanto verde, tanta aridez junta, esa planicie eterna se encargó de pintar montañas y bosques para ser el escenario de la historia de un país que se formo con gente como la nuestra, un país hecho con extranjeros, que tuvo mejor suerte, o mejor dicho, mejor destino.
Así termina esta historia del día en que fui piel roja, pionero, potro y búfalo, esperanza y lucha. Todo esto recreado a través de un ventanilla parecida a esta donde estás leyéndome.
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