bosque

A veces el árbol no nos deja ver el bosque. Gran concepto. Ojalá siempre tenga la lucidez de tener esto en cuenta. Nos pasamos los días centrados en las particularidades, viendo troncos. Nos preocupamos porque vienen torcidos, o enclenques, descascarados o pelados ¿qué bosque no tiene de éstos? Y ahí van nuestras energías, a veces es peor y uno deja todo y se llena de angustias, de miedos. Y no aprecia el resto, el todo. Miramos sin sentir, se nos escapan cosas, como el sonido del viento acariciando las ramas o el sol que se filtra impertinente entre las hojas dibujándonos espectáculos que nunca veremos. Así estamos, pegados a las cortezas sin ver el bosque, sin la perspectiva que nos haría notar su belleza, que es REALMENTE HERMOSO, que está sano, fuerte, tupido. Que está lleno de vida. Así vamos. Así pasan las estaciones y el tiempo cae como lo hacen las hojas en otoño. Ahora me vienen a la cabeza imágenes de las últimas pelis que vi de Zhang Yimou, donde los bosques están expuestos en su totalidad, en su conjunto, incluso en la desolación de los crudos inviernos, nos enseña su natural imponencia. Esa forma de comprender la totalidad deja de lado la sinéqdoque a que nos sometemos en nuestra existencia. El bosque no es la parte por el todo, es el todo por el todo. Un todo lleno de cambio, de nacimiento y muerte. Pleno de verdes, de ocres, de rojos, de amarillos y grises generados no sólo por el baño de sol, sino por su conjunción con la vegetación, con las sombras, con los reflejos. Como la vida. Porque ese bosque es la vida, sos vos y también soy yo.

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