Carta a mi hijo

Querido milo.
Cuando me enteré que venías, estaba muriendo mi mamá y si bien hay vacíos en la vida de las personas que se rellenan y otros que no, creo que el tenerte me llenó de una felicidad que equilibró las cosas en una época que hoy a la distancia puedo definir sin culpas, como feliz; pese a la pérdida, pese a todo. Llegaste en un momento muy particular de la misma forma que Anï: inesperada. La sorpresa tuya fue distinta, fue llena de respuestas y no de preguntas como con tu hermana que ahora me acompaña lejos tuyo. Fuiste especial desde la forma que apareciste en el mundo, sorprendiéndonos con tu chispa, tu humor, tu sonrisa. Cada día con vos fue un desafío que demandaba todo de nosotros. Al extremo. Tu crecimiento lo acompañó el país y tuviste la suerte de tomar de la miel que nos regala la argentina de vez en cuando. Tus arranques, tus berrinches fueron un disfrute secreto y siempre me hizo reir tu rebeldía si bien nunca pude apoyarte frente a tu madre a quien volvías loca como me hubiera gustado a mí y no pude. Pero no era ese tipo de complicidad cobarde de barreda el odontólogo que un día dijo basta y se cargó a todas. No, era una complicidad de outlaw de tipo del costado que somos vos y yo. Cuando asomaste por un monitor y el doc dijo que eras indudablemente un varón sentí las ganas (que conservo intactas) de verte compartir conmigo mil eventos. Desde un partido de tenis llenos de passings y aces a poder gritar juntos un gol, cosa que me llevo con vergüenza por no haber cumplido. Verte con una chica o prestarte el hombro cuando una te haga llorar. Cosas de libro, de cliché, pero que por más imaginación que le ponga, terminan cayendo al lugar común de todo padre latino y su hijo.
Así vino que un día quieras hacer un comic y tengas la idea de un pibe 10 años más grande que vos o el ponerte a todos al hombro para que te hagamos la peli en spegazzini con tus primos de actores y vos como genio central, llevándote halagos de muchos. El que todo el mundo te rompa las pelotas con la escuela para que mañana seas mejor, es algo que apoyo desde adentro, desde la trinchera, con vos del hombro como un soldado sostiene al otro herido. Porque quiero que sepas mi amor que no solo vos estuviste herido esa época donde me decías: "papi no soy feliz" cuando los chicos de tu edad sólo piensan en glorias deportivas y tonterías de cartoon, yo estaba herido también. Y cuando nos abrazábamos en nuestra esquina y yo te ocultaba lágrimas de orgullo y tristeza, estaba en la misma que vos. Por eso luego me llenó de felicidad que lo superaras como un hombre que sos diciéndole a tu analista: "¿para qué tengo que venir acá si ahora soy feliz" cosa que yo con casi 43 años no le pude decir a fabian. Por eso es que hoy puedo ser feliz al verte grande, creciendo sano, con genio, con talento, con GANAS. Yo sé que estás en el comienzo mu temprano de tu vida y todas las preguntas que encarnás sólo tendrán respuesta con lo que hagas y con tiempo. Pero quiero decirte milo que nadie cree en vos como tu padre y que desde acá, lejos, a una distancia que no podés medir salvo con el alma, te acompaño a donde sea porque sos mis alas. Mi motivo de energía más alto, mi esperanza y mi amor. Todo en ese cuerpito de nene que viene haciéndose hombre ide la misma forma que tu papá, tanto que asusta.

Te amo con locura y siempre estaré adentro tuyo, en un rincón perdido de tu corazón lleno de pasión y de genio.

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