carta a mi viejo

Una de las primeras cosas que recuerdo de vos ( o la más intensa) y lo lindo de esto es que vos no tenés ni puta idea porque fue un momento de esos que se escapan. Estabas haciendo fiaca un domingo en tu cama en temperley en la casa de Suarez, mamá haciendo el desayuno y los chicos por ahí y estaba sentado arriba de tu panza, jugando, riendo y de pronto vi que llorabas. Cuando te pregunté por qué lo hacías me contestaste con evasivas como hiciste con casi todas las preguntas que te hice en mi infancia. Hoy puedo sospechar porqué lo hacías. Vinieron tiempos duros después, peleas que me hubiera gustado no presenciar, gritos de mamá, enojos. El bar del turco era un lugar que odiaba con todas mis fuerzas sin saber bien porqué. Luego, unos años después cuando ya no estabas, te escribí varias cartas porque en época de familias sin teléfono, mail, blog, posts, skype, sms, msn, videocall, celulares y youtube la única forma de estar cerca tuyo era con palabras transferidas del alma al papel sin otro carbónco que el dolor. En esa época supongo que te pedía que vengas, que estés, que le pases plata a mamá o pedía regalos. Supongo, porque no sé que te escribía. Patricio me dijo que había por ahí una carta de ese tiempo que me haría caer las medias pero nunca me la dió y creo que nunca lo hará. En los años siguientes, cuando volviste con mamá, yo tuve una lucha con vos que descubrí en el diván (no te enojes con él porque gracias a análisis descubrí que existías) lucha que me hizo vivir una etapa de terror porque se juntaron luchas con mis hermanos, conmigo y con el mundo. Pero en ese momento estabas, hacías lo que supuestamente tenías que hacer y te rompiste el orto por nosotros como nunca lo habías hecho antes. Tengo la sensación de que siempre estuvo mamá en el medio de nosotros dos y cuando ella se fué, pusiste en el medio un mar de alcohol que no me animé a cruzar. Nunca supe por qué te quisiste ahogar en él tantas veces y por qué nunca viste lo que sos. Otra vez tengo que suponer que no lo sabré jamas ya que no te gusta hablar del pasado. Cuando nació Puppe y se volvieron a separar fui yo quien te pidió que te vayas de casa, como una triste marioneta, ciego. Aún hoy no me lo perdono. Errores que cometemos de niños (porque no era más que eso). Por suerte durante un tiempo fui tu única compañía y esas horas en spegazzini me mostraron crudamente el amor que siempre sentiste por mí. En ese momento no supe cómo ayudarte, porque si alguien necesitó una mano fuiste vos. Veía a mi padre en un laberinto y te perdiste durante un largo tiempo. Cuando nació Anaïs tiré el hilo, que como Teseo usé para no perderme. Desee que nunca salieras, movido por la incomprensión que sentí como par, como papá. Así continuó inmodificable nuestro destino hasta que la dama de hierro dijo basta y se fue sin contemplaciones. Quedé encerrado en mi furia lamentando que sea ella. Y vino Milo, y pasaron 3 años hasta que lo conociste. Casi te morís en el medio y por primera vez tuve miedo de no tenerte de verdad. No quiero imaginar todo lo que nos hubiéramos perdido si te ibas en esos días. Y me casé y me divorcié. Un tiempo antes de esto, y no es casualidad, empecé a ir a terapia y con la separación empecé a entenderte. Estuve en el mismo lugar que vos. Después a ese entendimiento le sumé el descubrirte y tomar conciencia de que tenía un padre. De a poco eliminé esa capa impermeable que puse entre ambos. Reaparecieron la largas charlas, la afinidad, las palabras llenas de afecto. El preguntarme porqué mis viejos tuvieron esa relación única conmigo que me hizo ganar el odio de mis hermanos que aún hoy me salpica. Vinieron los viajes juntos, los momentos únicos. El amor por mis hijos, el que tengan un abuelo parecido al que tuve yo. Los abrazos, las lágrimas, las fotos, las películas de otros tiempos y otros lugares. El ver los porque. Siempre supe que eras un tipo especial perdido en tus laberintos, junto a fantasmas que creo todavía ves. Con el tiempo empecé a disfrutarte, a develar ese orgullo enorme que como un monumento de la antigüedad estuvo enterrado por años. Hoy puedo sentir esa identificación mutua que tenemos y me siento plenamente feliz por poder tenerte cerca, haberte hecho sentir el mismo orgullo que vos me regalaste y acá viene algo que nunca te dije y que por pelotudez (no me importa que no te gusten las malas palabras acá) callé tontamente: te admiro viejo, tu inteligencia, tu cultura, tu humanidad. Sí, de acuerdo, sos un viejo choto que se calienta por nada (los hmbres de verdad tienen sangre en las venas) y que se pone monotemático con la pesca y las moscas para pescar momentos digno de dioses. Nunca me aburrió una charla, sos una fuente de saber enorme y si pudiera elegir un espejo aunque te suene raro, te usaría de molde viejo querido porque al igual que grampapa, sos de esos tipos llenos de defectos que se vuelven perfectos porque al cerebro le agregaron corazón. Grande, inconmensurable como lo es mi alegría hoy, en épocas de padres que mueren, de tenerte vivo.

Como esto se supone que es una carta de despedida, voy a robarme un concepto de mi hermano para pedirte que al igual que él, viví varias vidas, hice cosas que nunca me permití soñar, amé y sentí como poca gente pudo hacerlo y disfruté viejo querido de una forma que shakespeare no pudo imaginar. El miedo más grande de todo padre es que muera un hijo antes que uno y si eso ocurre con nosotros, te pido que no me llores, que no lo lamentes porque he sido feliz viejo mucho y estos últimos años te lo debo en gran parte a vos. Aunque no me creas.

te amo viejo.

No comments:

Post a Comment